0 cookie(s) ● viernes, 9 de marzo de 2012 ● 4:19:00
Se sentó frente el computador, eran las 4 a.m y no había escrito ni una sola línea de la novela que debía entregar en unos días más a la editorial.
Donghae era un famoso escritor de novelas dramáticas con finales trágicos, su popularidad había aumentado con la última saga que había escrito: "Sinfonía Eterna". Los vampiros estaban muy de moda por esos días y un libro que contará la historia de dos adolescentes relacionados con ese universo era grito y plata. Además hay que ser sinceros, Donghae era un joven muy guapo, alto, con músculos bien formados, un peinado a la moda, ropa de marca y todo ese tipo de cosas que poseía un millonario a temprana edad. Todo esto sumado a su acierto literario daban como resultado a uno de los escritores más populares de la década.
Sin embargo, la fama, los excesos, las mujeres y el real desinterés que tenía ahora en los libros lo habían llevado a una sequía de ideas gigantesca que parecía no tener final. Hace meses que se sentaba frente al computador, frente a un cuaderno e incluso frente a su máquina de escribir, sin ser capaz de escribir palabra alguna; las palabras simplemente se rehusaban a salir de sus pensamientos y entonces terminaba haciendo lo mismo todas los noches: iba a un bar a beber, se acostaba con la primera mujer que se le cruzaba y a la mañana siguiente despertaba con una resaca terrible y pensando en como deshacerse la chica de la cual ni su nombre era capaz de recordar. Pero esta semana quería cambiar esa actitud, estaba decidido en no irse a dormir sin haber escrito algo de su nueva novela.
Ahí estaba, esperando que la inspiración divina llegara hasta su cabeza, miraba la hoja vacía de word, observaba las cosas que tenía en el escritorio, se fijaba en cada uno de los detalles de su habitación, jugaba con sus dedos, revolvía su cabello, se ponía de pie y caminaba por la pieza y de vez en cuando miraba el exterior a través de la ventana, pero la hoja de word seguía en blanco...
-¡Un café!- exclamó dando un pequeño y fugaz aplauso-eso es lo que necesito
Salió de su habitación, camino por el pasillo a oscuras hasta llegar al comedor, se acercó hasta el interruptor para encender la luz pero prefirió no hacerlo puesto que la luna iluminaba su camino; siguió su recorrido hasta la cocina, abriendo la puerta con cuidado de no chocar. Trató de ver donde iba poniendo sus pies, pero lamentablemente la luna no lo acompañaba en esta habitación, con su mano izquierda fue palpando la muralla hasta encender la luz cuyo interruptor no estaba muy lejos. Revisó en todos los estantes y gavetas de los muebles pero no encontró ni siquiera un grano de café. Suspiró pesadamente, fue hasta su habitación, tomó las llaves y una chaqueta y salió del departamento hasta el ascensor
-Si el café no me ayuda estoy perdido- murmuró pulsando el botón del ascensor
El elevador se demoró bastante minutos en llegar a su piso, estaba impaciente, no podía perder mucho tiempo, faltaban pocos días para la entrega de la novela. Cuando al fin se abrieron las puertas subió con rapidez rogando porque nadie más quisiera usar el ascensor a las cuatro de la mañana; presioné el botón del primer piso y lentamente vio como las puertas se iban cerrando frente a sus ojos, en cuestión de segundos ya estaba abajo, saliendo del elevador y dirigiéndose hacia las afueras del lujoso hotel. Caminó durante varios minutos en línea recta buscando una tienda que estuviera abierta a esas horas, para su fortuna había una a no muchas cuadras del hotel. Era pequeña, bastante modesta y humilde, pero no por eso tenía sus estantes vacíos, sin embargo demostraba que hace años necesitaba al menos una mano de pintura; recorrió la tienda buscando café instantáneo, su última esperanza para volver a tener la tan anhelada inspiración literaria; se paró frente al estante donde estaban las bolsas de té y otras hierbas, con alivió acercó su mano hasta el último tarro de café que quedaba en la tienda, pero para su fortuna o desgracia, cuando ya su mano estaba sobre el tarro, se encontró con otra que la rosó levemente, produciendo un pequeño calor dentro de su estómago que en instantes recorrió todo su cuerpo, volteó su cabeza y grande fue su sorpresa al encontrarse con un viejo conocido
-Parece que tú agarraste primero el tarro de café- le dijo su conocido retirando su mano y escondiéndola en el bolsillo de su pantalón esbozando una leve sonrisa -ha pasado bastante tiempo Donghae- murmuró fingiendo mirar el estante
-Kibum...- musitó sorprendido el castaño -no nos vemos desde...- intentó hacer memoria
-Desde que nos graduamos de la escuela, desde ese día tomamos caminos separados, yo me dediqué a convertirme en un cantante famoso- suspiró orgulloso de si mismos y de todos los éxitos que había conseguido -y bueno tú- dijo en tono despectivo -te dedicaste a escribir novelas, he sabido por los diarios que la vida te ha tratado bastante bien- una sonrisa burlesca se formó en su rostro, sabiendo muy bien los escándalos que el mayor había ocasionado desde que se convirtió en un escritor famoso
-No intentes burlarte- abrió un poco sus labios como era su costumbre cuando estaba algo molesto -ahora mismo tengo problemas con mis novelas y esto- tomó con fuerza el tarro de café y lo puso cerca del rostro del contrario -es lo único que me puede ayudar, así que si me disculpas, iré a pagarlo- caminó en dirección a la caja, esperando poder salir rápido de la tienda
-Déjame adivinar, problemas de inspiración ¿Verdad?- camino tras él a paso lento -¿Por qué no escribes la historia de dos jóvenes amigos que se enamoran, que comienzan una relación a escondidas porque saben que su amor está prohibido, pero que luego uno de ellos se da cuenta de que el otro no es alguien que lo pueda ayudar en su futuro y apenas se gradúan de la escuela lo abandona? el resto de la historia la conoces- Salió de la tienda con una sonrisa victoriosa en su rostro, se subió a su moto y luego de un escandaloso ruido del motor de aquella máquina hizo lo que mejor sabía hacer, desaparecer.
Donghae, furioso por aquel encuentro, apenas pagó el café salió iracundo y emprendió el camino de regreso al hotel, tardando mucho menos de lo que esperaba. Entró al hotel, se subió al ascensor, llegó hasta su piso y se dirigió hasta la puerta de su departamento, la contempló durante algunos minutos, la rabia que sentía hacía algunos momento poco a poco se iba desvaneciendo. Sacó del bolsillo de su chaqueta las llaves y entro a su departamento que aún era iluminado pro la luz de luna. Sin darse cuenta como caminó hasta la cocina, se preparó su café y en menos de lo que canta un gallo estaba sentando frente a la hoja de word en blanco. Bebió un sorbo del café recién preparado que quemó su lengua, paladar y garganta, pero eso parecía no afectarlo. Lágrimas brotaron de sus ojos provocadas por su propia estupidez, había sido humillado nuevamente por la persona que tanto odiaba, pero que a la vez era la misma que hace años no podía sacar de su corazón. Se imaginó como hubiese sido su vida si los sentimientos de Kibum hubiesen sido sinceros, si hasta el día de hoy estuviesen juntos; comenzó a escribir con fluidez, a pesar de que sus ojos llenos de lágrimas le entorpecían la visión y así se fueron llenando páginas de word durante toda la noche.
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