0 cookie(s) ● domingo, 13 de noviembre de 2011 ● 21:29:00
-¡Ahh!- exclamé mientras ponía mis manos en la cintura y respiraba el aire limpio y fresco de aquel hermoso lugarEra nuestro primer día de la semana de vacaciones que nos dieron en la empresa. Junto con Shindong decidimos ir a una casa cerca de un lago que tenía la familia de Yesung, nos advirtió que podría estar sucia y que nos tocaría hacer el aseo, pero eso no me importa, al fin y al cabo Yesung siempre termina haciendo las cosas por mi…
-Kyuhyun, está bien que seas el menor, pero no esperes que baje tu maleta del auto- me dijo Yesung con esa expresión tan particular suya
No tuve más remedio que tomar mi maleta y llevarla hasta la entrada de la casa. Shindong ya estaba muriendo de hambre aunque comió durante todo el viaje; le repetí una y mil veces a Yesung que nos perjudicaría traer a Shindong porque nos quedaríamos sin comida.
Entramos en la casa e inmediatamente comenzamos a toser, estaba todo cubierto por el polvo, por suerte,el lugar era pequeño y no se demorarían en limpiar. La casa era de un solo piso, contaba con una cocina, baño, tres dormitorios y un comedor, detrás de ella, a pocos metros, estaba el lago que se podía observar por la ventana de la que obviamente sería mi habitación. No había televisión, computador, señal de teléfonos, electricidad, ni mucho menos Internet, mi notebook no me salvaría; esta sería una semana muy larga.
Dejé mi maleta a un lado de la cama y fui a ver como Yesung ordenaba la comida en el refrigerador mientras que Shindong se echaba en una de las polvorientas sillas, como si se hubiese cansando por entrar su maleta y dejarla cerca de la puerta de entrada.
-¿Alcanzaremos con toda esa comida para la semana?- le pregunté teniendo la esperanza de que me contestara que no y que deberíamos ir al pueblo a comprar, pueblo donde por supuesto había Internet
–Claro que si – me contestó matando todas mis ilusiones –Tú y yo comemos poco, casi todo esto es para Shindong
– ¿Cuándo compraron esta casa tus padres? – le pregunté cambiando de tema y disimulando mi molestia
–Cuando JongJin y yo éramos pequeños, pareciera que fue ayer cuando jugábamos con los otros chicos – Se sentó en el suelo a recordar mientras miraba la comida en la nevera
– ¿Otros chicos? ¿Es que por estos lados vive más gente – ¿Qué clase de persona podría estar tan loca como para vivir acá? Aún no podía creer lo que estaba escuchando
– No lo sé, pero ellos siempre estaban cerca del lago, a la misma hora, esperándonos para jugar
Sentí a Yesung perdido en sus recuerdos, con su vista al frente pero era notorio que no estaba mirando el contenido de la nevera. Lo dejé tranquilo y fui a la que ahora era mi habitación, a mirar por la ventana aquel lago donde esos chicos, de los que no sabía nada, esperaban a Yesung y a su hermano para jugar todos los días, a la misma hora y fue entonces cuando yo también comencé a perderme, poco a poco, con la vista fija en el lago
– Quiero conocerlo – susurré para mi mientras me apoyaba en el marco de la ventana sin quitar mi vista del lago
¿Qué era lo que me atraía de aquel lugar? Generalmente de lo único que no puedo quitar mi vista era de la pantalla de mi computadora. Pero esta sensación era distinta, me sentía tranquilo, completo, sin preocupaciones y a la vez con un terrible temor y con malos presentimientos; se sentía horriblemente raro, pero no puedo negarlo, me gustaba esa sensación.
– ¿Quieres ir a verlo? – Me sobresalté al escuchar a Yesung, siempre tenía esa manía de aparecer sin que nadie se diese cuenta. Quizás su presencia en mi habitación era lo que provocaba mi temor y malos presentimientos.
– Me encantaría – le dije despegándome por fin de la ventana
Me hizo un gesto para que lo siguiera, y yo sin pensarlo dos veces salí tras él. Le preguntamos a Shindong si quería ir, sin embargo ya estaba profundamente dormido en la silla, cuando despertara nos vaciaría la nevera.
Salimos de la casa, la rodeamos y nos fuimos en dirección al lago. El camino estaba rodeado con grandes árboles que nunca había visto. El otoño había comenzando y las hojas de los árboles caían sin cesar, cada vez que dábamos un paso se oía el crujir de las hojas secas que hace varios días se habían estado acumulando, esperando que algún extraño caminara sobre ellas. Caminábamos en silencio, era común entre nosotros, además de que cado uno iba sumergido en sus propios pensamientos. Quería ver pronto ese lago que desde mi ventana parecía tener aguas cristalinas, nunca había imaginado algo así; era lamentable que el camino se estuviese haciendo cada vez más largo, mis ansias crecían a medida que nos acercábamos, desde la ventana el trayecto se veía corto, pero estando acá, recorriendo el sendero, todo se hacía eterno…
Caminamos unos minutos más y llegamos por fin al lago, lo que había visto a través de la ventana era verdad, el lago tenía aguas cristalinas, pero extrañas, parecía que brillaran dejando un brillo azulino alrededor del lago, era un espectáculo digno de fotografíar, pero mi celular estaba en la casa, justo cuando más lo necesitaba.
Cerré mis ojos y me entregué a todas las sensaciones que ese lago me daba, sé que Yesung se estaba internando en sus recuerdos, así que, con toda tranquilidad, podía dejarme invadir por ese sentimiento tan extraño; sentía esa paz, calma, serenidad que hace mucho había olvidado, pero también algo dentro de mi me decía que debía alejarme de ese lugar, era un algo que desde que entramos en esa casa no podía sacar de mi.
– Mis padres comentaron una vez – Yesung me sacó de mis pensamientos – Que en este lago murió una familia ahogada, el padre los fue metiendo en el lago uno por uno y al final se suicidó; es debido a las lágrimas de la familia que el lago tiene sus aguas tan cristalinas – Se agachó para meter su mano en el agua mientras terminaba de relatar su historia – Es una leyenda de este lugar, no sé si será cierta
Por supuesto que Yesung me estaba intentando intimidar con su historia, estábamos en medio de la nada, solos y sin poder pedir ayuda, lo único que quería conseguir era asustarme…y lo estaba logrando, pero no iba a dejar que él lo notara, mi orgullo podía más en esos momentos.
– Se parece a la historia de un videojuego…pero no logro recordar el nombre – fue lo único que atiné a decir
– Regresemos – ordenó
Antes de que pudiese objetar su decisión él ya había emprendido el camino de regreso, no tuve más remedio que seguirle el paso o podría perderme y eso era lo que menos quería en un lugar como este. Caminé detrás de él, ya había oscurecido ¿Cuánto tiempo pasamos en el lago? Apenas habíamos llegado en la tarde y ya era de noche, corría una brisa helada que provocaba que mi piel se pusiera como la de una gallina. Me quejé del frío del lugar, sin obtener ninguna respuesta de mi compañero, estaba sumergido en sus pensamientos y recuerdos; escuché rugir mi estómago y comencé a apurar mi paso, a pesar de que Yesung parecía no estar presente también aceleró su caminar. El camino de regreso se hizo más corto, a pesar de que fue más tedioso, no tenía esa ansiedad por conocer aquel lago, sólo un vacío en mi estómago. Entramos en la casa y estaba Shindong, sentado en el comedor…comiendo.
–¡Al fin llegaron! ¡No vuelvan a dejarme sólo en este lugar! – dijo apenas nos vio
– ¿Qué pasó? ¿Viste a algún fantasma? – le respondí en tono de burla
– No, pero vinieron dos niños muy extraños a tocar la puerta apenas se oscureció – contó mientras le daba un mordisco al sándwich de carne y queso que se había preparado
– ¿Qué querían? – le preguntó Yesung sacando de la nevera un vino del cual antes no me había percatado de su existencia
– Entrar a la casa, dijeron que estaban perdidos y que necesitaban refugio porque comenzaría a llover…pero ha estado despejado todo el día – Su miedo era evidente cada vez que recordaba aquel momento
– Debiste haberlos dejado pasar, sólo eran niños perdidos, aigoo – le reproché mientras observaba como Yesung sacaba paquetes de papas fritas
–Vamos afuera a comer – últimamente todo lo decía en tono de orden
– No gracias, prefiero ir a dormir, estoy cansado – dijo Shindong mientras se levantaba de la silla – y asustado – agregó en un susurro
Salimos con Yesung y nos fuimos a lo que podría ser el patio trasero de la casa, nos sentamos en el pasto iluminados por la luz de la luna y sólo entonces me di cuenta de todas las peripecias que tuvo que hacer para traer la botella de vino, las copas y los paquetes de papas fritas. Intenté ayudarlo pero no me dejó, siempre me trataba y me cuidaba como si fuese su hermano pequeño. Después de sus intentos frustrados de organizar las cosas que llevaba en los brazos, optó por tirarlas todas al pasto, fue una escena divertida ver su frustración al no poder organizarse, pero más divertido fue ver como le saltaban las papas fritas en su cara cuando abrió de mala forma el paquete. Fueron unos minutos de mucha risa, hasta que noté que comenzaba a enojarse ¿Por qué siempre era tan enojón? Sirvió el vino en las copas, me conocía muy bien y era de su noción que la copa de vino me calmaría. Tomé la copa y bebí su contenido con lentitud, no quería emborracharme, aún permanecía en mí ese extraño sentimiento
– ¿No se suponía que tú no bebías? – le pregunté al ver que como yo estaba bebiendo la copa de vino
– Sólo por esta noche… – me contestó mirando las estrellas
Yesung estaba un poco raro, él jamás bebía y jamás había estado tan callado ¿Estaba molesto? No, su cara demostraba absoluta tranquilidad. Seguimos bebiendo vino y así se fueron una, dos, tres y cuatro botellas
– Estoy preocupado por esos chicos – mencionó mientras trataba de ponerse de pie – Los iré a buscar, no deben estar muy lejos si estaban perdidos –
– Iré contigo – le dije mientras lo afirmaba. Era la primera vez que bebía y no lo podía dejar caminar solo
Nos adentramos entre los árboles mientras nos reíamos, estábamos borrachos y no nos importaba nada más; el buscar a los chicos no fue más que una escusa para salir a caminar y vivir alguna aventura. Sin darme cuenta llegamos al lago, se veía mucho más hermoso en la oscuridad, pudiéndose apreciar mejor su brillo azulino
– Bañémonos – ordenó Yesung ebrio, acto seguido comenzó quitarse la ropa
– Hazlo tú solo – le dije mientras, sin ningún motivo aparente, comencé a quietarme la ropa también
Entré en el lago siguiendo a Yesung con un poco de temor. El agua estaba helada, pero no sentía frío, debió ser porque estaba ebrio. Sin previo aviso Yesung comenzó a lanzarme agua mientras tambaleaba y yo le respondía con suavidad ¿Cómo era posible que el hermano menor terminara cuidando al mayor?
– Ya salgámonos, estás muy ebrio – le ordené
Lo tomé del brazo para sacarlo, pero no quiso hacerme caso, entre movimientos raros logró ponerme en uno de los bordes del lago, sin posibilidad de escapar, me miró fijamente y…creo que ya estaba comenzando a ver dos Kyuhyun porque sus ojos estaban perdidos; dejó caer su cabeza en mi hombro
– No quiero – musitó como un niñito
A los pocos segundos pude sentir como depositaba pequeños besos en mi cuello
– Está bien, nos quedaremos un rato más – Le dije intentando apartarlo
Los besos en mi cuello se empezaron a intensificar, podía sentir como con su lengua iba marcando un camino que luego recorrería con apasionados besos; esto, lejos de molestarme, me gustaba. Con una mano comencé a recorrer su espalda y con la otra le acariciaba el pelo, deseando que a cada segundo sus besos fuesen cada vez más desenfrenados. Sentí como mi corazón comenzaba a arder y mi cuerpo se llenaba de pasión, era algo imposible de controlar. Comencé a lanzar pequeños gemidos mientras él con sus manos recorría mi cuerpo, cada vez le pedía más y el no escatimaba en caricias y besos para complacerme. Hasta que escuchamos un grito.
– ¡Shindong! – exclamó saliendo con rapidez del lago, parecía que ya no estaba ebrio, quizás nunca lo estuvo…
Se puso la ropa mientras que yo salí un poco atontado y aún con la temperatura alta por lo que había sucedido, me puse la ropa y salí corriendo tras él, aún se podían escuchar los gritos de Shindong pero de pronto, todo se calmó, no corrió ni siquiera una suave brisa, nosotros continuamos corriendo en dirección a la casa. El camino de vuelta siempre parecía ser más corto que el de ida. Llegamos y lo primero que notamos era que la puerta estaba abierta; entramos con cuidado, estaba todo oscuro por lo que no pude ver bien al principio y hubiese preferido seguir sin ver. Un ojo rodó al lado de mi pie, sobre la mesa había unas tripas, las murallas, las sillas, la mesa, toda la casa estaba llena de sangre, sentados en el suelo, acuchillando lo que quedaba de Shindong estaban dos niños, uno más pequeño que el otro. Yesung, inmóvil a mi lado no pudo hacer más que observar con la boca abierta; no fui capaz de moverme, sabía que si hacía ruido ellos se darían cuenta de nuestra presencia y tendríamos el mismo final de nuestro amigo. Todo el lugar tenía un olor putrefacto que provocaba náuseas y los niños, como si fuese algo cotidiano, continuaban acuchillando el cuerpo; de pronto, comenzaron a reír, disfrutando de lo que estaban haciendo, no pude aguantar más y me abalancé sobre uno de ellos intentando quitarle el cuchillo, pero ese pequeño era mucho más fuerte que yo y fui incapaz de moverlo, se volteó y pude ver sus ojos completamente negros
– ¡Kyuhyun! – escuché el grito desgarrador de Yesung
El más pequeño se había puesto de pie y caminaba en dirección hacia mí. Con un solo movimiento de brazo fue capaz de lanzarme lejos, mi cabeza chocó contra la muralla y quedé ahí, inconsciente. No sé cuanto tiempo paso, pero desperté en el que ahora era mi cuarto, desde la cama fui capaz de ver como Yesung estaba mirando el lago a través de la ventana, pero sólo le veía la espalda, desde ahí no le podía ver el rostro
– ¿Dónde están los niños? – le pregunté, pero no obtuve respuesta, supuse que estaba concentrado en sus pensamientos y volví a preguntar – Yesung ¿Dónde están los niños? – sin embargo seguía sin responder
Sin poder olvidar la horrible imagen de los niños riendo mientras acuchillaban el cuerpo de Shindong, me levanté de la cama, un poco mareado y con náuseas. Me acerqué con cuidado hacia él, mi corazón palpitaba más rápido, algo me decía que todo estaba mal y que debía salir corriendo de esa casa, pero confiaba en el que hace unos momentos me había amado en el lago. Llegué hasta él y toqué su hombro con suavidad, no quería asustarlo; se volteó con lentitud y entonces los vi, sus ojos, iguales a los de aquellos niños, incluso, aún más negros.
– Tú…–
Fue lo único que alcancé a decir, antes de sentir como un cuchillo afilado atravesaba mi abdomen. Grité, aunque sabía que nadie me iba a escuchar, tenía miedo; intenté correr, pero él me tomó del brazo, con la misma fuerza con la que el pequeño de ojos negros me había lanzado contra la muralla. Siguió atravesándome con el cuchillo hasta que caí al suelo. No podía moverme, el dolor era intenso, tanto que luego de unos minutos dejé de sentir mi cuerpo; él estaba ahí, mirando como yo me revolcaba de de dolor en el suelo, sin ninguna expresión. Se agachó, se acercó a mí y comenzó a enterrar con más fuerza el cuchillo, ya no podía gritar, ya no tenía nada más que hacer. Cerré mis ojos y él comenzó a reír desenfrenadamente, disfrutando del momento.
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