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0 cookie(s) ● lunes, 4 de abril de 2011 ● 0:19:00
Desde hace mucho tiempo que estabas planeando este viaje, después de todo, ¿Qué ELF no sueña con ir a Corea y encontrarse con su oppa predilecto? Con estas esperanzas subiste al avión, ansiosa de pisar tierras asiáticas.
El viaje fue muy largo, tan largo que cuando intentaste ponerte de pie tus piernas estaban entumecidas, tu trasero dormido y tu espalda con un dolor que era capaz de sacarte algunas palabrotas de tu boca; pero tan grandes eran las ansias que tenias de conocer Seúl que poco y nada te importaron estas incomodidades y bajaste del avión tan rápido como te fue posible, afuera era un día nublado, bastante helado, pero tú como persona inteligente, fanática de Corea y conocedora del clima del lugar, ibas perfectamente abrigada para no sufrir con ese invierno tan helado que muchas veces había logrado resfriar a alguno de tus amados oppas. Fuiste rauda y veloz a buscar tu maleta, no había tiempo que perder. La tomaste sin fijarte en lo que te rodeaba y caminaste hacia la salida, una vez fuera dejaste tu maleta en el suelo, estiraste los brazos y miraste el cielo, que a pesar de estar gris, te hacía sentir muy feliz. Giraste tu cabeza en ambas direcciones buscando un taxi que te llevara al hotel en que habías hecho una reservación, estabas concentrada tratando de ver algo entre la multitud cuando tus ojos se posaron en una persona al lado tuyo, era un poco más alto que tú, de cabello castaño y ojos negros, con un cuello y unos brazos que hacían que tus glándulas salivales trabajaran a mil por hora, definitivamente él era Donghae. Te quedaste mirándolo por unos segundos, segundos que para ti eran eternos, él, sintiendo una extraña mirada sobre si volteo a su lado solo para verte a ti con una cara un tanto extraña, tan extraña que llegaba a dar miedo, pero él, tan amable como soñaste que sería te sonrió dulcemente para luego volver su vista al frente. En ese preciso instante el aire dejó de llegarle a tus pulmones y la sangre se detuvo en cualquier parte de tu cuerpo, impidiendo que tu cerebro pudiese pensar razonablemente; te agachaste un poco y tomaste la maleta que estaba en el suelo, sin despegar la vista de uno de tus 15 príncipes azules, luego, aún embobada por tan mágico encuentro, te subiste al primer taxi que se te cruzó dejando atrás la oportunidad de hacerle quizás que cosas a uno de tus oppas, si, definitivamente la sangre no estaba llegando a tu cerebro.
El viaje en el taxi se te hizo más corto de lo que esperabas, querías algunos minutos más para poder procesar la información de todo lo que había pasado. El auto se detuvo en la puerta del hotel, no era el más lujoso de la ciudad, quizás tres o cuatro estrellas por lo que podías divisar desde la entrada. Un portero de elegante apariencia abrió la puerta para dejarte entrar, tú tan embobada como lo habías estado desde que viste a Donghae entraste y te maravillaste por el interior de aquella recepción. Te acercaste al mesón, detrás de este había un recepcionista aún más elegante que el portero como era de esperarse, le preguntaste en tu buen coreano por la reservación que habías hecho, te entregó la tarjeta de tu habitación y llamó a un botones para que te ayudara con tu equipaje y te guiará a la habitación. Lo seguiste mientras te maravillabas por la hermosura y limpieza que reflejaban aquellos corredores. Subieron al ascensor, el botones te miraba curioso por la “extraña” forma de tus ojos, después de todo una chica latina, de caderas anchas, busto grande, piernas que parecían verdaderos monumentos y cabello con ondas que hasta desordenado se vería bien, no se veía todos los días en Seúl. Legaron al piso número ocho y con tu tarjeta abrieron la primera puerta a la izquierda, él chico dejó la maleta en la entrada de la habitación mientras tú le dabas algunos dólares e ibas a ver el baño. Era tan precioso como lo imaginaste, un lavamanos, un inodoro y tollas perfectamente limpias y una tina colonial que te hacía querer cada vez más vivir en un lugar como este. La habitación era más bien un pequeño departamento que te hacía dudar de las estrellas que tenía el lugar, dos dormitorios, dos baños, una cocina y un living-comedor, estabas viviendo un sueño que hacía presagiar que este viaje sería el mejor de tu vida, hasta que te diste cuenta de la oportunidad que habías perdido, si, cuando estabas soñando encontrarte con tus oppas recordaste que ya lo habías hecho y que desperdiciaste la oportunidad de tu vida. Golpeaste tu frente varias veces con la palma de tu mano, la sangre volvía a llegar a tu cerebro haciendo que este funcionara, pero con eso lo único que conseguías era pensar en lo tonta que habías sido para dejar pasar algo así. Decidiste darte un baño para relajarte y descansar tus músculos adoloridos por el viaje, entraste al baño y abriste la llave del agua caliente con delicadeza dejando salir agua perfectamente tibia ¿Cómo era posible que todo en ese lugar fuera perfecto? En ese minuto la cara de Donghae sonriéndote volvió a tu cabeza, reanimándote y haciéndote sentir que no habías perdido ninguna oportunidad, al contrario, habías ganado el recuerdo de una amable y dulce sonrisa que solo pocas habían podido ver tan de cerca. Entraste en la tina y te relajaste por más de una hora, la temperatura del agua y el silencio de la habitación te hacían sentir en una armonía de la cual no querías despegarte. Muy a tu pesar y porque el agua se enfriaba y tu piel se arrugaba, saliste del agua y envolviste tu cuerpo curvilíneo con una de las impecables toallas. Dispuesta a usar ropa limpia para recorrer la ciudad fuiste hasta la maleta que estaba en la entrada, pero al verla un escalofrío recorrió todo tu cuerpo, esa…no era tu maleta. Te agachaste para abrirla y encontraste solo ropa de hombre, la vaciaste por completo en tu desesperación. Caminaste por toda la habitación tratando de encontrar la respuesta a esta situación, ¿Cómo era posible que tuvieras la maleta equivocada? estabas totalmente segura de que saliste con tu maleta del aeropuerto; te sentaste en la cama y como si al aplastar tu trasero tu cerebro comenzara a funcionar recordaste el momento en que soltaste tu maleta, si…había sido ahí, cuando saliste del aeropuerto y esperabas un taxi. Miraste toda la ropa que habías tirado por ahí y recogiste con delicadeza una de las camias, llevándola hasta tu nariz para poder apreciar el aroma

 -Esto es de Donghae- susurraste para ti, para luego correr y saltar por todo el lugar, olvidándote de que solo llevabas una toalla

Trataste de contener toda la emoción que sentías en ese momento, pero te era difícil, no podías creer  que entre tus manos tuvieras una de las camisas de tu amado oppa. Ordenaste todo con mucho cuidado, intentando dejarlo como estaba antes, tus manos temblaban de la emoción lo que complicó tu tarea. Te pusiste la única ropa que tenías, tomaste la maleta y bajaste hasta la recepción, una vez allí le pediste al elegante recepcionista que llamara un taxi mientras tú en un papel escribias la dirección del departamento de los Super Junior, porque como toda buena ELF te la sabías de memoria. Te sentaste en un sillón a esperar el taxi, que demoró casi 10 minutos en llegar, al verlo caminaste hacia fuera y te subiste con la maleta al auto.

 -The Sharp Star City Apartment, tower C, room: 1101 y 1201 gwangjin-gu, Jayana, Sam-dong, Seúl- le dijiste al conductor mientras le pasabas el papel.

Al saberte la dirección de corrido te costaba separarla para poder darle buenas indicaciones al taxista que te miraba un poco perplejo sin entender muy bien lo que le decías.
No demoraron mucho en llegar, tu hotel estaba muy cerca de sus departamentos, algo de lo que ni te percataste al hacer la reservación. Le pagaste al taxista y bajaste con maleta en mano, estabas prácticamente con el colon en la mano de los nervios, no sabias como reaccionar, como reaccionarían ellos, ni siquiera sabías quien te iba a abrir la puerta. Caminaste con lentitud, poco aire llegaba a tus pulmones y nuevamente la sangre se había detenido en cualquier parte de tu cuerpo, impidiendo que le llegara a tu cerebro, sabías muy bien que eso no era una buena señal, pero seguiste caminando sin pensar en nada más que llegar y entregar esa maleta.

 -Hey!-



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